martes, 17 de noviembre de 2009

En una esquina de Coyoacán

Estaba tomando un café allí en una de las esquinas del centro de Coyoacán. Muy quitado de la pena me movía al ritmo de la batucada y seguía con miradas lascivas a extranjeras y nacionales por igual. Yo no discrimino.

De repente se paro frente a mí una mujer de exageradas proporciones. Claro está que no entendí ni madres de lo que me dijo las dos primeras veces. Pude notar que parecía desesperada o preocupada. Me aclaré la garganta, con la intención de tener la voz más seductora posible; pero antes de poder decirle algo su rostro empezó a desfigurarse, le empezaron a bullir los senos y le temblaban las piernas. En pocos segundos lo que quedó de esa perfecta mujer fue una masa asquerosa en el suelo. No sé si alguien más se dio cuenta; pero yo me levanté y me fui hasta sin pagar.

Aprendí mucho de esa ocasión: Ya no voy a Coyoacán y deje de consumir droga.

¡Ah! Y mi mujer no será, para el resto del planeta, la "más buena" pero la neta la quiero un chingo.


 

Roy

24/Abril/2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario