Siempre es igual. Primero un dolor intenso de cabeza y entonces recuerdo, vívidamente, ese trágico día en que falleció mi hermano.
Lo primero que me viene a la mente es el sol, siento el sol en mi piel como si estuviese en la playa. Tal como ese día de verano.
Siento entonces el agua salada a mis pies y veo, perfectamente claro, a mi abuelo pagando los cocteles a la mesera.
Me llaman para comer, me siento bajo la sombrilla, el coctel me sabe un poco extraño pero con el hambre y las ganas de jugar de nuevo, me lo acabo muy rápido.
Quiero regresar al mar; pero mi mamá me lo impide: "Debes reposar la comida, anda quédate un rato en la sombra tienes toda la tarde para jugar".
Le comento al abuelo que me siento mareado, le digo que me voy a dormir que mamá me despierte cuando regrese. Recuerdo una sensación extraña en la boca y los brazos; pero me acomodo durmiéndome casi al instante.
Entonces oigo el grito de mi mamá. Lo escucho y me estremezco, al igual que aquella ocasión.
Le oigo gritar: "no respira" "¿Qué fue lo que pasó, papá?" "alguien ayúdeme, mi hijo no respira".
Veo a mi hermano tendido junto a la sombrilla. Mi madre desesperada, sin dejar de gritar, lo toma en brazos, llorando.
Yo me le acerco para intentar consolarla, ella no me presta atención, volteo a ver a mi hermano y es entonces cuando caigo en cuenta de todo: Soy hijo único.
Lo que recuerdo, una y otra vez, es el día en que morí.
Me empieza a doler la cabeza y entonces olvido todo.
Roy
1/1/10
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