lunes, 8 de febrero de 2010

Pluma, cuaderno y estuche


 

Tomé esa vieja pluma fuente y comencé a escribir; estaba ya tan acostumbrada al lápiz que manché las dos primeras hojas. Mi relato trataba sobre un niño, una niña, intervenían en él un gato de pelo blanco con negro que era muy travieso y un mono muy inteligente que les daba consejos.

La inspiración me venía de golpe: me imaginaba al niño de 9 o 10 años, con sus chapitas, su chaleco blanco, su cabello rizado y castaño y su "trompa" levantada ante un regaño. Su amiguita, una niña de la misma edad, morena, los ojos obscuros, de cabello lacio y negro como el carbón, con una sonrisa dulce y picarona. El gato es juguetón, ¡se le ocurre cada locura! Y así mete en predicamentos a los dos pequeñuelos; el mono, un animal viejo y sabio quien siempre les ayuda a salir de tantos enredos... y así, con ellos cuatro, formo una historia; en esta ocasión para mis nietas.

En algún lugar de esta vieja casa debe estar el cuaderno donde empecé a escribir, a petición de mi hijo menor; al principio fue difícil, no sabía sobre que hablar, así que mi niño se acercó y me dijo: "escribe sobre lo que veas, habla de lo que sientas, sobre cualquier cosa" Y así comencé a escribir, mi mente y mi memoria se convirtieron en un estuche donde guardaba todas las cosas que se me ocurrían durante el día y en la noche las ocupaba según las necesitara.

Cualquier cosa servía, hablar del mercado, hablar sobre la mesa o sobre el carro. Una charola era la heroína del día o mi jefe del trabajo villano, porque tuve un mal día en la oficina; cualquier cosa podía ser tema. Mi niño y mis dos pequeñas hijas se quedaban despiertos hasta que les leyera la historia del día, con una me servía para dormirlos durante 3 o más noches; pues me hacían todo tipo de preguntas y yo tenía que responderlas hasta que les ordenaba que se durmieran.

Nunca me puse a pensar en que ellos crecerían, tal vez fue mi peor error ya que un día me dijeron que ya no les leyera; así, desilusionada guardé mi lápiz, mis cuadernos y dejé cerrado el estuche.

Pero hoy mi "niño" encontró un cuaderno y me pidió que escribiese una vez más; pero esta vez para sus 2 preciosas hijas, así que desempolvé ésta vieja pluma fuente, tengo un nuevo cuaderno y de mi estuche he sacado un mono de peluche y le di sabiduría, un gato doméstico y le di malicia y a los dos niño de mi vecino les dí problemas y entonces: Era un día soleado, Jorgito y Alma se disponían a regresar a casa cuando oyeron un maullido... y continué hasta que ellas durmieron; apagué la luz, cerré la puerta y sentí una satisfacción que tenía años guardada dentro de mí; poco antes de dormir, mi hijo; ya casado, hombre de negocios y excelente padre, me preguntó: "¿Puedes leerme lo que les escribiste a mis hijas? Y pasé una noche en vela leyendo, escuchando y conviviendo con mi hijo.


 

ROY

17/octubre/1994

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